
Dos hombres cruzaron las montañas en busca de alguien desaparecido; cuando regresaron estaban severamente trastornados y uno sufría una grave locura. En una meseta diabólicamente primitiva de más de veinte mil pies de altura, y en un clima letal para la vida, una masa de rocas regulares se extendía hasta donde alcanzaba la vista, sólo en la desesperación de la autodefensa mental no llegábamos a atribuirla a una causa consciente y artificial. Los habitantes de este yermo, ocultos en la blancura, no están muertos: esperan ser despertados...